Kiwi

jueves, 31 de marzo de 2011

Salt

miércoles, 16 de marzo de 2011

Time waits for no one.

Hasta ahora, me parece que cada oportunidad que he decidido tomar en la vida, ha sido la mejor. Quizá tenga algo que ver que, al fin y al cabo, cada camino es el correcto, que cualquier cosa que uno elija, será simplemente la buena, una vez escogida. No lo sé.
''Mientras no elijas, todo sigue siendo posible.' Pero ¡ah!, niño optimista y esperanzado, el tiempo pasa, y no espera a nadie.
Sartre fue el hombre que cambió mi vida, y creo que se nota, de forma inevitable. 
No puedes andar preocupado ni por las buenas chances que habrás dejado ir, ni por las malas ocasiones que están por llegar, y que tu puedes cometer el error de escoger. A lo estoico, en la vida, como si de un banquete se tratase: sin anhelar lo que aún no llega, sin lamentarnos por lo que ya ha pasado, y sirviéndonos con mesura cuando la bandeja esté por fin en nuestras manos.  Alguien me recordaba hace poco que hay que vivir el momento. Y aprovecharlo, y exprimirlo, y disfrutarlo. Porque nunca sabes cuándo va a ser el último.
Y una vez liberados de la constricción temporal (que por supuestísimamente es de tener en consideración), pasemos a elegir. A actuar.
No creo que, como lo llamaría Pollán, 'el curso de acción' tenga que elegirse como si de un concensionario se tratase: El más bonito, el más funcional, el más caro, el más ecológico, el más potente... Eso puede estar bien para las decisiones que necesitamos tomar por responsabilidad. Pero para las verdaderamente importantes de la vida, ni siquiera debería primar 'El que más me gusta'. Nada de escalas graduales (más/menos)
'Siento que éste es', sería mi respuesta idónea.
Es lo que siempre contesto cuando me preguntan (y lo hacen mucho y muy a menudo) por qué estudio filosofía. Mucho lamento no poder aplicarme el cuento en otros ámbitos de mi vida. (Pero aún albergo esperanza).


Ale, ahí te quedas. Ya he desvariado lo suficiente por hoy. Preciosa película: La chica que saltaba a través del tiempo. Aunque sea de niños, la recomiendo encarecidamente.

Strawberry

sábado, 12 de marzo de 2011

El esplendor de la metamorfosis
Has ganado la punta de maldad que necesitan los buenos para
ser auténticamente buenos.
Has ganado la pizca de obscenidad que necesitan las mujeres
para ser auténticamente misericordiosas.
Has ganado la docena de escaleras, recámaras y dobles fondos
que necesitan los cerebros para ser auténticamente imaginati-
vos y precisos.
Has ganado un par de kilos, pero te sientan como a una diosa
anterior a la era de las liposucciones.
El cambio, de un día a otro, es infinitesimal. Pero los días se van
endeudando con semanas, las semanas imponen normas a los
meses, los meses profieren rigurosas últimas advertencias contra
los años, imperceptiblemente y sin claudicaciones
han pasado cuatro años y eres otra
la metamorfosis se ha cumplido.
Cuando te introduces en la cama a las seis de la mañana después
de haber trabajado toda la noche y quieres hacer el amor

desearía matarte desde luego, pero deseo mucho más
aunque me halle confuso como pez arrojado a la luz desde lo
más hondo del sueño submarino
hasta en tus pliegues más blancos y secretos follarte, 
amiga dulcísima, mientras va amaneciendo a trompicones 
en este barrio de cristianos bemeuves y glaciales céspedes ingleses 
que no hemos elegido y del que esperamos poder escapar pronto.
Has esquivado la baba de la muerte prendida a un hilo de risa
y de miedo deslumbrante,
te has ganado la vida los días en que la vida era tormento 
y también aquellos en que era juego,
estás aquí, intacta y recreada, inconcebible e inconfundible, 
espejeante en la fuerza algebraica del deseo, en el exacto 
esplendor de la metamorfosis.
¡Pero qué guapas sois las chicas morenas con los ojos claros!
Eres
mi
mujer
y estoy tan orgulloso que tenía que escribir este mensaje para
regalártelo, fax mediante, el 17 de diciembre de 1994.


Jorge Riechmann.

Lo que es el amor.