Lemon

jueves, 14 de octubre de 2010

[-Tú decías que era como una pulga. En un instante dado estaba aquí, y de pronto, de un salto, en cualquier otra parte, a kilómetros de distancia. ¡No es extraño que jamás pudieses educarme!



-Pero tú me educaste a mí- le aseguró él-. Si no hubiese sido porque ibas a tirarme del cabello y me hacías contemplar el mundo y me ayudabas a entenderlo, ¿qué sería hoy? un pedante con antiparras... a pesar de toda mi cultura. Pero por suerte tuve la sensatez de pedirte que te casaras conmigo, y por fortuna cometiste la locura de aceptarme, y la inteligencia de convertirme en algo aceptable. Después de treinta y siete años de educación tuya, soy casi un ser humano.


-Pero yo sigo siendo una pulga. Y sin embargo lo intenté. Me esforcé. No sé si te diste cuenta de ello, Robert; siempre estaba de puntillas, siempre me esforzaba por llegar a la altura en que te encontrabas con tu trabajo, tu pensamiento y tus lecturas. Puesta de puntillas, tratando de llegar, de alcanzarte ahí arriba. ¡Cielos, qué fatigoso era eso! ¡Qué interminable serie de esfuerzos! Y todos ellos completamente inútiles. Porque yo no era más que una pulga tonta que saltaba de un lado a otro entre la gente, las flores, los gatos y los perros. Tu tipo de mundo intelectual era un lugar al cual yo jamás podía llegar, y menos aún encontrar una puerta de entrada.]
 
 
Te quiero muchísimo. 

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