Ayer Anna, hoy Elise, mañana Jean.

domingo, 21 de noviembre de 2010



Pongo esto como inicio a una reseña que terminaré cuando pueda terminar la película.

Siempre me decían de pequeña que era una niña con mucha imaginación. Con demasiada. A veces, mis fantasías me hacían mentirosa. O se tornaban tan verosímiles que ahora, cuando pienso en cosas de mi niñez, me cuesta discernir si pasaron en realidad o fueron simplemente otro de mis inventos.
Desde entonces, creo que he cambiado bien poco.
Me encanta montarme castillos en el aire. Es más, mi único afán por escribir, por invertar cosas, por elaborar esa tan nombrada historia que intento tejer para escribir un libro... es porque no puedo asimilar la amplitud de posibilidades ni la responsabilidad de una decisión.
Cada día, aunque no la manifieste por escrito, esa historia corre por mis venas.

A veces miro mis vivencias, recuerdo cosas, y sólo veo puzzles que se hacen, y se deshacen. Me pregunto constantemente un 'Y si...', por muy claro que tenga ahora que escogí el camino correcto. O que elegí lo que quería. O que era una determinación necesaria (y no contingente, como realmente es). Algo tan sencillo como decir la palabra adecuada. O la incorrecta.
Pero ¿adecuada, incorrecta... con respecto a qué?
¿Acaso alguna de las posibles vidas que podría llevar y no llevo son mejores, o peores, que ésta? ¿Cómo se puede conocer algo que nunca a existido?

¿Soy yo la verdadera, o sólo una de las posibilidades, dentro de las que cabían esperar de mi existencia?
Aunque eso realmente no me tortura. No me angustian un millón de Noelias paralelas que eligieron las cosas que yo rechazé, o que dijeron no cuando yo espeté un sí. Aunque estaría curioso conocer a la Noelia de ciencias de la salud, sinceramente. O a la que siguió en el conservatorio. O a la que no pudo olvidar a un hombre.

Lo que si me asusta es que llegue el momento.
El momento de darme cuenta de que no necesito más cuentos. De ver que es inútil pensar las consecuencias, porque pienso asumirlas todas. El instante de sonreir, cerrar los ojos, y respirar profundamente. Porque todos los caminos son los correctos. Porque todas las decisiones son absurdas.
El día en que queden obsoletas todas mis historias, porque sólo reste una historia por trazar.

La mía.

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