Bitter sweet

domingo, 1 de agosto de 2010




Me encantaría comerte. En el sentido más literal de la palabra.
Creo que es el impulso más animal y primitivo que nunca en mi vida he sentido. Sin ningún tipo de aderezo, nada de preparación. Despojado de cualquier seña de civilización, pudor o compostura. Al natural, como me gustan a mí las cosas. 
¿El festín? En un claro de bosque, no estaría mal. Qué mejor mesa que la hierba. ¿Acaso mejores adornos que las flores? Y por cubiertos, mis dos manos, y mi boca. No necesito más. Y una vez todo servido, simplemente, disfrutar del mejor manjar que el mundo podría nunca brindarme.
Poco a poco, devorarte en un frenesí de deseo. Trocito a trocito, llendo desde las partes menos importantes, digamos mejor más prescindibles, a las más codiciadas al final. Aplicarme para no dejar ni un resto, ni un resto de tí.
Comerte entero, incluso el corazón. Para no dejar nada de tí.

[---]

Eres una necesidad vital más para mí. 
Mi alimento, lo más preciado. Gracias a lo que me mantengo viva día tras día. Haría lo que fuese por conseguirte, y te protegería de todo aquel que pretendiese robárteme. Es instintiva la necesidad que tengo de tí. Puramente animal; este deseo, el último vestigio de que aún soy un ser humano. De que aún albergo sentimientos.
Pero al fin y a la postre, y nunca mejor dicho, la comida está para comérsela.
Disfrutaría inmensamente mientras te tuviese en mi boca. Cada bocado sabría a gloria. Pero llegaría un momento, que te acabarías. No quedaría nada de tí. De nada valdría lamentarse por haber acabado contigo. No podría tener más, porque no hay más como tú. De no comerte, te habrías estropeado, ¿cómo no aprobecharte?
Y ¿quién en su sano juicio de aventuraría a dejar un trocito de tí para después? Alguien podría robarte. Y probarte. Y eso nunca. Eres mío, y de nadie más.  
Por eso mejor acabar contigo cuanto antes. Para saber que sólo fuiste mío, porque sólo yo te disfruté.
Que aún no habiendo sido un banquete eterno, sacié esta necesidad.
De pasión. De cariño. De celos. Y de tanto amor.


En el fondo, lo que pasa, es que lo que a ella le duele es que tiene miedo de perderte.  Sabe que ha hecho muchas cosas mal y las acepta, tampoco piensa en enmendarse, porque sabe que sería inútil.
Se siente torpe y no sabe cómo tratarte para complacerte, para hacerte feliz.
Complejo de inferioridad, le llaman.

0 comentarios: