lunes, 12 de julio de 2010

Ella ya sabía que era un hombre extraordinario. Desde el principio. Con sólo las primeras palabras que cruzaron, ¡fíjate!
Y aunque han pasado los años, lo sigue pensando. ¿Sabes?
Ella lo encontraba tan único, tan distinto. Él era un mundo aparte dentro del mundo aparente. Imposible de encasillar en ningún sitio, sólo posible colgarle el cartel de 'Demasiado especial'.
Muchas veces creyó ella que era la única persona que le veía así, pues todos los que le rodeaban no podían apreciar su cegadora luz. Bah, pero eso era porque no le conocían, era obvio.
Así, ella comenzó a sentirse partícipe de lo especial de él, porque era la única que podía asomarse a su interior tranquilamente. Porque era la única que verdaderamente le entendía. Simplemente esa idea ya le hacía sonreír. Pensar, por un momento, que ella pudiese suponer que era este sentimiento recíproco, le proporcionaba un goze cósmico. Que quede este dato como mera explicación para intentar alcanzar el grado de felicidad que le daba tenerle al lado.
Para ser más exactos, su pupila. Así es como ella se sentía. Y como es (en la actualidad) conocido de todos, nada podría reportarle más placer, pues debe su existencia al contínuo aprendizaje y no hay nada que ame más que el saber, en sí mismo. Le encantaba divagar junto a él, o simplemente escucharle, aunque lo que dijese fuera absolutamente banal, para ella siempre, TODO, trascendía. Poder oír sus canciones era todo un privilegio. Leer sus libros, una maravilla. Creo que ni yo, que tan bien la conozco a ella, podría explicar con palabras el sentimiento que la movía en esos días. Es que... era especial. Un sentimiento especial, como él. No era amor, ni era amistad. Tampoco devoción o admiración... ¿Quizás un poco de todo, mezclado? No sé... Y ¡carajo! ella se ríe cada vez que le insinúo ahora que podría ser cariño familiar. Pero bueno, tampoco es para hacerle mucho caso.
La cosa es que tras tres años, sentidos por ella como uña y carne (de él aún no hay dato conocido al respecto), las circunstancias crearon dos jaulas separadas para albergar a nuestros jóvenes pajarillos. No se me ocurre otro símil, estoy espesa, será la edad: Aunque permanecían en la misma habitación (la separación no había sido radical), ya no podían estar juntos, sólo piárse de vez en cuando, porque por supuesto, ya cada uno tenía que atender los asuntos propios de su jaula. En la que ya no estaban juntos. El uno del otro. Pero sí con muchos unos y muchos otros. Es por esto que quizás, nuestra petirroja, ella, no cayó en una profunda tristeza. Pero sí se resintió al ver que mientras ella gorgojeaba para él, él píaba para otros, que no eran ella.
Pero misteriosamente, y sin comerlo ni beberlo, ¡Ale! Él volvió a ser de ella. No es su sentido estricto, sino en lo referente a la atención. Presumible sonrisa en la cara de ella, aunque lo que escuchaba ahora al oírle hablar, no le gustaba. Ya no era ella la que escarvaba en su mente. Directamente, él le regalaba sus vísceras (que no le eran agradables, creo que basta la metáfora. Pero bueno, entre eso y la nada, mejor era eso.
Aunque si hubiese sabido que desencadenaría tal cantidad de nada por una estupidez...
No quiero contártelo, perdóname. Pero ella llora mucho por dentro cuando piensa en esto. Porque afirma estar casi segura de que son los únicos pensamientos cuerdos que le quedan. Pero a su vez, los ve los más descabellados, porque...
No se atrevió a preguntar lo que tanto ansiaba saber. Y recordar que esa simple tontería, una pregunta no hecha, podría haberle ahorrado su demencia posterior, tantas noches de tristeza... haberle perdido... Ay, no sigo. Hasta a mí me entra la cogoja. Pues es como si lo hubiese vivido en carnes.
Tras mucho sufrir y gritar en silencio, ella tomó una determinación. Nunca le iba a volver a negar a él la mano; cuando él la necesitase, allí iba a estar siempre. Como la perra fiel a su amo. Un simple silbido, un gesto, y ella acudiría. Pero mientras tanto, iba a estar tan lejos de él como su roto ¿corazón? Igual no es apropiado... alma, sí, se lo permitiese. Para no sufrir, para no entorpecer. Y en esos tiempos, también para no ser entorpecida... pues acudir a la llamada... le salió muy caro un par de veces. Señor, si es que lo que no le pase a esta niña....

Por eso es que sigue, desde el principio, siendo la perrita faldera que acude al regazo del amo cuando éste la necesita.
Pero ya él la necesita muy pocas veces. Cada vez menos.
Fue algo progresivo. Ya lo hemos dicho antes. Pero sí, cada vez a más. ¿O sería más apropiado decir a menos?
Qué importa ya que sea lo apropiado o no. Ella está loca, es un hecho.
Y... ¿sabes? No creo que podría soportar más noches en las que ella viene y me cuenta sus sueños. En los que él por fin se comporta como ella lo hubiese esperado. O en los que ella hace lo que de verdad le pide el corazón. O en los que él se lo rompe.
Al final me podrá la tristeza, ya verás. Sólo espero mantenerme cuerda, y poder tirar de ella, para que así puedas seguir adelante, Noelia.

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