Mi amiga Marina es una de esas princesas sin castillo que vagabundean por la vida, aturdidas por la bajada repentina de su lecho de algodones a la realidad más deplorable.
Más que una mujer, es una muñeca rota. Cree firmemente que no vale para nada, y no se equivoca. Aún teniendo los ojos tan claros, lo ve todo muy oscuro. Vive como quiere, y no quiere lo que vive. Siente que lo sabe, y no sabe lo que quiere.
No sabe estar sola, pero aún entre los brazos más cálidos, ella siempre siente frío. Quiere a sus amigos, y sin querer les hace daño. Huye desesperada del hoy buscando refugiarse en un mañana, y en el fondo lo que más desea es que ese mañana nunca llegue. Todo en esta vida le da miedo, y no se atreve a no vivirla.
Es una muñeca rota, o contradición en sí misma.
Los borbotones de sangre sobresalen de las tiritas que pega ignorante sobre su corazón para curar sus heridas. Nunca ha querido dejar a otra persona que la sane, y ella no puede. Porque sabe que nadie puede.
Porque la vida es así, salvaje y sin riendas.
Yo odio a Marina. La detesto desde lo más profundo de mi alma. Y si algún día por fin nos vemos a la cara, se lo haré saber.
Óscar
jueves, 29 de julio de 2010
Publicado por Naira en 9:43
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